domingo, 25 de enero de 2009

Domingo de tempestad

Ludwig van Beethoven "d'après" el busto de Franz Klein. © BNF


En este domingo de tempestad en buena parte de Europa, les dejo con la Sonata para piano n° 17 en ré mineur, op. 31 n° 2 de Beethoven, interpretada por el pianista y compositor alemán Wilhelm Kempff (1895 - 1991). Esta sonata, compuesta en 1802, fue dedicada a la condesa de Browne y aconsejada por el genial compositor para un mejor entendimiento a la hora de leer La Tempestad de Shakespeare; de ahí que haya pasado a la historia musical con el nombre de La Tempestad. La interpretación de Kempff es, junto con la del insuperable Alfred Brendel, una de mis favoritas. El tercer movimiento, Allegretto, es uno de los momentos musicales que más me conmueven al escucharlo; y Kempff lo interpreta en el más sublime sentido de su definición. Fíjense bien en su rostro...!


Wilhelm Kempff, Sonata para piano n° 17 en ré mineur, op. 31 n° 2, dite "La Tempête"- I. Largo-Allegro.


Wilhelm Kempff, Sonata para piano n° 17 en ré mineur, op. 31 n° 2, dite "La Tempête"- II. Adagio.


Wilhelm Kempff, Sonata para piano n° 17 en ré mineur, op. 31 n° 2, dite "La Tempête"- III. Allegretto.

viernes, 2 de enero de 2009

Marta Abreu y Luis Estévez en el centenario de sus muertes.

Para Juan Luis Estévez, Jean-Claude Abreu (in memoriam), Juliette Abreu, bisnieto y sobrinos nietos de Marta Abreu y Luis Estévez.Marta de los Angeles González-Abreu Arencibia (Santa Clara, 13 de noviembre de 1845 - París, 2 de enero de 1909), fotografiada por Nadar. © Colección Javier de Castromori.


Prefiero, por estos días de mundanal barullo y celebraciones bastardas, recordar y hacerles recordar que este 2 de enero se cumplen cien años de la desaparición de la patriota cubana Marta Abreu y del suicidio, treinta y trés días más tarde, de su esposo Luis Estévez Romero, primer vicepresidente de la República cubana.
Ya sé que muchos andan ocupados con otros tipos de celebraciones de medio siglo que intentan empañar las justas celebraciones de la historia cubana. Lo dicho, Marta de los Angeles González-Abreu Arencibia y Luis Estévez Romero fallecían hace cien años en París y es motivo de recordatorio.
Es curioso que para esta conmemoración ni los cubanos de dentro ni los de fuera de Cuba hayan preparado nada. Sobre Marta Abreu varios biógrafos han dedicado estudios: el último de entre ellos apareció hace casi sesenta años. Autores como Rafael Marquina, Manuel García Garófalo-Mesa, José Manuel Pérez Cabrera y Pánfilo D. Camacho, para citar los más importantes, dedicaron en su momento pertinentes obras con la visión biográfica de una época en la que se exaltaban las virtudes de los personajes y se nos presentaban casi como dioses en detrimento de un acercamiento más humano al personaje biografiado. Esos libros, con sus defectos y virtudes al menos estan ahí, como prueba de la necesidad de dar a nuestra historia un homenaje merecido a quienes fueron parte importante de su desarrollo.


Escribir una biografía no es tarea fácil, la verdad nunca es absoluta. Con el paso de los años, el desarrollo de las técnicas investigativas y el manejo, a veces peligroso, de la información, cualquier hábil investigador pudiera ofrecer al lector un mejor acercamiento al personaje biografiado. Una biografía, para que sea lo más completa posible debe facilitarnos las multiples facetas del ser humano en su complejo desarrollo intelectual y social. Para muchos, Marta Abreu fue una mujer intachable, sin defectos, de la cual sólo se conocen sus virtudes patrióticas y se desconocen los mínimos detalles de su personalidad como ser humano en su conjunto. Un ejemplo palpable de ésto, es que en las ya mencionadas biografías no se toman en consideración ciertos hechos en la vida privada del personaje, como es el caso del fallecimiento, a pocos días de nacida, de una hija de Marta desconocida por la historiografía cubana: Cecilia Estévez Abreu, sepultada en el panteón familial del Cementerio Cristóbal Colón de La Habana. Todo parece indicar que esta hija, olvidada intencionalmente por la biografiada y sus biógrafos, murió a muy corta edad, tal vez unos cuantos meses después de su nacimiento, uno o dos años más tarde de la llegada de Pedro Estévez Abreu, dado como único fruto de esta relación.


La joven Marta Abreu. © Colección Javier de Castromori.

El joven Luis Estévez Romero (Matanzas, 1850 - París, 1909). © Colección Javier de Castromori.


Muchos documentos, aún inéditos, conservados en la Biblioteca Nacional de Cuba y en archivos familiares y personales podrían ayudarnos a reconstruir un rostro más fiel de la patriota cubana y de su esposo, quien nos aparece siempre bajo la sombra augusta de su mujer. Pánfilo D. Camacho relata así los últimos momentos del primer vicepresidente, tras la muerte de su gran motor en la vida:

"Todos los días, sin embargo, se ve salir a Don Luis a la misma hora. Al cabo de algún tiempo regresa lleno de pesadumbre y se recoge en su habitación. Pronto se averigua que diariamente el coche que toma lo lleva hasta el Cementerio de Montmartre. El viejo cochero, testigo obligado de las sucesivas escenas de dolor a que asiste, dice que su asiduo cliente llora largos sollozos sobre las flores que deposita en el mausoleo en cada visita que hace."


La tumba Estévez se encuentra a la entrada del Cementerio de Montmartre, justo detrás de la tumba del actor y dramaturgo Sacha Guitry. © Colección Javier de Castromori.

Marta Abreu había sido enterrada provisionalmente en la tumba de su cuñado Joseph Grancher y más tarde se realizaría una exhumacion de sus restos y los de Luis Estévez para ser depositados en la tumba que su hijo Pedro había hecho construir en el mismo cementerio parisino. Los restos de ambos patriotas, fueron trasladados en febrero de 1920 al panteón familial del Cementerio Cristóbal Colón de La Habana.
Para mi homenaje, les dejo aquí el prólogo de la biografía Marta Abreu. Una mujer comprendida, que le dedicara Pánfilo D. Camacho. También, más abajo, reproduzco extractos de una carta inédita de Marta Abreu a su hermana Rosa escrita durante el trayecto que hiciera en tren desde Philadelphia hasta Tampa donde debía asistir a la precipitada boda de su hijo Pedro con Catalina Lasa. Estos extractos de cartas, escaparon milagrosamente de las llamas pues era costumbre en Marta, perdir a sus remitentes de destruir la correspondencia íntima sobre asuntos familiares una vez leída por éstos. Conservo algunas de esas cartas en las que se refieren principalmente al caso de su nuera Catalina Lasa y el adulterio de ésta con Juan Pedro Baró; así como al divorcio de su hermana Rosalía con Domingo Sánchez-Toledo; ambas cartas son fundamentales para comprender mejor la psicología de Marta y los sucesos concernientes a los miembros de su familia. Algún día estas cartas verán también la luz.
Marta Abreu Arencibia. © Colección Javier de Castromori.

Prólogo de Pánfilo D. Camacho


"Marta Abreu y Arencibia es una mujer impar en nuestra tierra cubana. Sin que pretenda yo darle categoría de heroica a su figura, es lo cierto que su posición de mujer rica le permitió, por contraste, tomar un relieve sorprendente en tiempos en que un individualismo exagerado nublaba el entendimiento de la mayoría. Por ello, la insigne villaclareña merece que se exalten sus excepcionales actitudes, y es justa y encomiable la disposición oficial de que se publique su biografia como conmemoración a la fecha en que se cumplirá el primer centenario de su nacimiento.
Naturalmente, los personajes desprovistos de accidentes públicos tienen por regla general una breve biografía. Tratándose de una mujer a quien solo se le conoció un noviazgo, traducido después, por amor, en un matrimonio pleno de quietud espiritual y de felicidad conyugal, es lógico que su vivencia en la Tierra tenga únicamente como centro en que girar las multiples obras de beneficencia social y de aporte a la causa de la independencia de su patria. Sin embargo, Marta Abreu tuvo una continuidad tan persistente en sus desprendimientos en los aspectos aludidos que una relación incompleta de sus actos de munificencia permite hacer su biografia, que no pile-de separarse en modo alguno de la de su ilustre esposo, el doctor Luis Estévez y Romero.

Conviene ahora destacar el hecho de que, gracias al desinterés y la hombría de bien del que fué nuestro primer Vicepresidente de la República, pudo Marta Abreu acrecentar sus bienes materiales en forma suficiente para darse sin medida en beneficio de los pobres de Santa Clara y de la causa de la liberación de Cuba. Por tanto, el esposo es partícipe destacado de la obra altruista de Marta, y hay pruebas de que en muchos casos él fué el motor de plausibles realizaciones. Puede ser que no parezca congruente con la biografiada, mujer todo dignidad y respeto, el subtítulo de "Una mujer comprendida" dado a este libro, pero, cuando éste sea leído, se verá que Marta tuvo la rara suerte que muy pocas mujeres alcanzan de ser comprendida y amada fervientemente por un hombre que hasta llegó a renunciar al resto de su vida cuando le faltó la presencia de la esposa que idolatraba y por los hijos de su villa natal sobre quienes había derramado a torrentes su bondad y su riqueza.

La Habana, abril de 1947."

Extractos de una carta de Marta Abreu a su hermana Rosa.
Domingo 14 de agosto 1898

Querida Rosa: en camino para Tampa te pongo estas líneas para contarte la llegada de Rosalía, qué, aunque llenos de angustias ellos y nosotros no pudo ser en medio de mas tranquilidad para nosotros.
Sigo con lápiz porque con la pluma se me hace imposible escribir por lo mucho que se mueve el tren que ayer apenas se movia pero como pasé todo el día con dolor de cabeza no pude escribir.

[…]

Manuscrito de una carta de Marta Abreu a su hermana Rosa, destinado a ser destruído por las llamas. © Colección Javier de Castromori.

Vamos pues a tratar de la llegada. Se me ocurrió ocupar a Anna, con quien estoy en correspondencia desde que llegué aquí, tanto por lo inutil que es Luis para moverse y dar pasos, como por la falta del idioma que lo imposibilita a uno para todo, pues él puede hablar muy poco y no entiende nada, yo entiendo bastante pero no puedo decir tres palabras en inglés sin ser dos de ellas en francés, armo unas jerigonzas que nadie me entiende. Lo peor del caso es que ahora voy a olvidar el francés que ya había empezado a atrapar a fuerzas de trabajos. Estoy destinada a no saber espresarme más que en el mío. Pues bien, le dije a Anna que me esperara en el paradero del ferrocarril de Philadelphia a las 11 de la mañana y que no le dijera absolutamente a nadie ni a la familia que no quería que nadie mas que ella lo supiera. La pobre fue tan buena que no se contento con esperarme en el paradero del ferrocarril, sino que paso el río y me espero del otro lado. Una vez que nos vimos le dije vamos ahora a la casa de vapores Alemanes cuya dirección llevamos de aquí de casa de Welsh que el dependiente que habla español es Aleman. Allí por indicación de este mismo, pedimos un permiso para entrar en la parte del muelle destinada a los pasajeros. Entonces le dije que R. para hacerse ciudadana Americana venía sin los niños aprovechando la vacante de estos en que estaban con su padre, y que como ésto no convenia que se supiera le suplicaba la mayor reserva. Ella me lo prometió y yo lo creo firmemente. Me habló mal de Lolita, dice que es muy mal criada, esijente y dominante que no le falta mas que pegar al marido, y que las otras hermanas son lo mismo. […]
Sigo con el viaje o llegada de ella que no sé si podré concluir de describir aquí porque ya son las 6 de la tarde, tenemos que comer aquí y luego hacer mi toilet.
Pues bien, le dije solo que Rosalía venía de inconito para hacerse ciudadana y que se iría enseguida, que guardara el mayor secreto, y nos fuimos con ella a tomar un vaporcito que nos había de conducir al otro lado del río donde había un hotel aleman que recomendaba la compañía para pasar allí la noche por si el vapor llegaba muy temprano. Nos ospedamos allí y ella tambien paso con nosotros todo el día y la noche en ese hotel. Nos levantamos temprano, nos desayunamos y nos fuimos al muelle a preguntar la hora de entrada del buque. Volvimos a casa o sea al hotel, almorzamos lijeramente y al muelle otra vez ella y yo solas pues habiamos convenido que Luis no fuera para si había entre los pasajeros algun cubano que lo conocía no lo viera y sacara por él a ella que creiamos que no solo vendría con nombre supuesto sino disfrasada con alguna peluca y el cuerpo grueso y mal vestida.
Yo a mi vez me disfrasé poniendome un vestido muy estropeado, una blusa muy comun de algodón comprada en Philadelphia y un sombrero redondo de paja y un velo de lana muy oscuro y muy grueso que me hizo pasar los sofocones de Juan Quiñones.
Tambien temiamos que entre los que iban a esperar a los pasajeros hubiese algun cubano de los de N York que nos conociese y por ello fué que me disfrasé yo y no quise que Luis fuera porque era mas dificil taparle la cara para que no lo reconocieran.

[…]

Como se puede apreciar en esta fotografía, a pesar de su mal estado de conservación, Marta Abreu sufría de un mioma o fibroma uterino. © Colección Javier de Castromori.
El dependiente de Welsh se porto tan bien que todo el día, cada dos horas nos telegrafiaba diciendo no ha venido telegrama. Cada telegrama era un temblor de piernas para mi. Al fin llego el telegrama y entonces el temblor fue mayor, pues vi que venian los niños y que no teniamos preparado nada para evitar que se los quitaran. Quise telegrafiar a Philadelphia para que telegrafiaran a un abogado de Hoboken (que es el lugar donde anclan los buques alemanes y donde pasamos nosotros el día y la noche con Anna) para ir a esperar a los niños e impedir que los policias se apoderasen de ellos, pero ya no había tiempo para nada, estaba anunciado el vapor y un cuarto de hora nada mas faltaba para llegar y atracar al muelle. Corrimos Anna y yo para el muelle que esta a 3 cuadras del hotel. Allí vió Anna a un cubano conocido de ella y se apuro mucho porque no la conociera, le hice poner el abanico en la cara casi constantemente y la volvía de espalda a él, no hablamos apenas y lo poco que articulamos era en francés, sudabamos la gota gorda y ella llego a tener tanto miedo como yo, pues ya con ese telegrama no pude ocultarle la llegada de los niños y mis temores, pero no le dije por lo que venian sino siempre le seguí diciendo que por la ciudadania y todavia esta ella en esta creencia. Le dije que como Rosalía no queria separarse de sus hijos había cargado con ellos para acá en el mes de vacancia que tenian para pasar con ella y que cuando él lo supiera iba a ser capaz de mandarla a detener y yo temía ese sonrrojo. Entonces ella se asusto mucho tambien y empezó como yo a ver mas policias en el muelle que los que decia se acostumbraba a poner a la llegada de los vapores. Yo los veía secretear y me empapaba en sudor y decia siempre maldito telegrama el que puso ella si no lo pone tendriamos aquí un abogado y ya estariamos tranquilos. Tanto sudé que el corsé se me destiñó orriblemente, unas medias nuevas que traía me dejaron los piés y las piernas convertidas en piernas de turquesa. En fin llego el momento de atracar el buque y ya yo estaba que no me faltaba mas que gritar de miedo e incomodidad de vernos como yo creía cogidos como raton con queso. Se avansaron todos los pasajeros a la soga que los dividía de los que los esperaban para saludarlos y yo buscaba a Rosalía, me cojen entre dos alemanotes que se saludaban y se sacudían las manos sobre mi pecho de tal manera que me dejaron colorado todo el pecho, les grito barbaros, animales que así se estropea a una señora que haran udes en un naufrajio. Esto lo dije mitad en cada uno de los tres idiomas, pero a gritos, pero nadie me hizo caso saludando todo el mundo casi de la misma manera. Anna me defendió pero ellos ni escusas siquiera pidieron y eran personas de aspecto muy desentes. En fin yo me desahogué con ellos la incomodidad que tenía.
Un momento después quitaron la soga y todos entraron y nosotras fuimos de las primeras. Yo corría como una loca mirando todas las caras y sin encontar la de ella. Anna corría detras de mi diciendo ella no ha venido, yo me decía Dios mío ya la habran llevado entre policias, qué habra pasado virgen de la Caridad del Cobre? Y seguía ansiosa buscandola, llegué a figurarme que por venir tal vez muy disfrasada no la había yo reconocido y que tal vez ella a mi tampoco por mi espeso velo, decidí quitarme el velo para que fuera ella la que me conociera, volvi a pasar por delante de todos los pasajeros mirando todas las mujeres hasta que al fin entre las ultimas la vislumbré y corrí a ella que estaba nerviosisima porque nosotros no apareciamos ni tampoco el hombre del equipaje que atendió el nuestro tan bien.
[…]

Nota: Para la transcripción de estos extractos, he respetado la puntuación y la ortografía de su autor.
Biografías consagradas a Marta Abreu:
- Marta Abreu Arencibia y el Dr. Luis Estévez y Romero, Manuel García Garófalo Mesa (La Habana, Imprenta y Libreria La Moderna Poesía, 1925.
- Una cubana ejemplar, de José Manuel Pérez Cabrera (Impr. El Siglo XX, La Habana, 1945).
- Marta Abreu: una mujer comprendida, Pánfilo D. Camacho (Habana: Editorial Trópico, 1947), Ediciones Universal (reedición de 1995) .
- La ciudad de Marta y Marta de la ciudad, Rafael Marquina, Impr. El Siglo XX, La Habana, 1950.
- Alma y vida de Marta Abreu, Rafael Marquina, Editorial Lex, La Habana, 1951.