martes, 16 de marzo de 2010

Paréntesis en la memoria.

Leandro Soto, Diáspora, 2000 (óleo sobre tela).
Recordar, me gusta recordar...
Me vienen a la memoria aquellos apuntes para la historia del exilio cubano en París, en el que traté de resumir, no sin mal, dos siglos de vida y acciones de los cubanos en la capital francesa. Mis conclusiones, en aquel momento, me alarmaron positivamente, incluso sin saber bien refrejarlo. Hoy, frente a la situación de tensión que sufre el exilio cubano en el mundo, me digo que las cosas no han cambiado del todo, y lo mejor, no cambiarán. Y es que, de cierta manera, y pese a la similitud que existe entre las diferentes generaciones de exiliados de un siglo al otro, la diferencia es esencial en el desarrollo de una conciencia política y civil, perdida durante los años de represión castrista. No tengamos miedo a la diferencia y confrontemos nuestras ideas. En un final, quién posee la verdad absoluta ?
Aquí les dejo las conclusiones de aquellos apuntes que bien se pueden aplicar a los exiliados de todo el mundo. Desde entonces ha llovido y seguirá lloviendo.

"Aquellos que partieron en cruzadas hacia las grandes Indias atlánticas,
aquellos a quienes llega el olor de la idea nueva en los frescores del abismo,
aquellos que soplan en los cuernos a las puertas del futuro,
saben que en las arenas del exilio, silban las altas pasiones enroscadas
bajo el látigo del relámpago... [...]

¡ El exilio no es de ayer ! ¡ El exilio no es ayer ! Oh vestigios, oh premisas [...]"

Saint-John Perse, Exilio VII, II.


Coda [1]
Si trazamos un paralelo entre los comienzos del exilio cubano en París de finales del siglo XIX con el de finales del siglo XX, y aún más, con el actual, llegamos a la conclusión de que a destiempo, encontramos los mismos factores que actuaron en uno y otro. Es decir, la organización y las acciones de la colonia cubana de París, siempre estuvieron en manos de un puñado de exiliados -principalmente intelectuales- en cuyo núcleo las divergencias políticas y los intereses personales frenaron el desarrollo de las acciones emprendidas contra los gobiernos que los condenaron al exilio. Constatamos asimismo, y con pesar, la apatía política de una cierta parte de la colonia, despolitizada, sorda y poco sensible a la causa de sus compatriotas. Es así que encontramos el coqueteo de esta parte del «exilio» con las autoridades de la isla. Una frase del ya mencionado conde de Pozos Dulces, al referirse a la importancia que representaba tener una conciencia política en la Cuba del siglo XIX, pudiera quizás, hacerles reflexionar sobre este asunto: "En Cuba, más que en cualquier otra parte del mundo, de todo deberá uno abstenerse, menos de la política, porque la política es la sola esperanza que hay para los cubanos de ser hombres, de ser verdaderos ciudadanos y no una grey sumisa y obediente al capricho de sus señores, de conquistarse una palma y ganar un puesto entre las naciones".[2] Como en toda colonia de emigrados, en la colonia parisina existían y existen las divergencias necesarias para provocar la emulación de unos y la algarabía de otros. Iluso sería tratar de ofrecer una imagen del éxodo cubano idealizada por un sentir patriótico, unánime e irreprochable. La cohesión de las fuerzas del exilio cubano de París, voluntarioso ayer en servir a los ideales de la causa independentista y decidido hoy a restituir la República democrática arrebatada por la dictadura de Fidel Castro, sufrió -y sufre aún hoy en día- los embates del comportamiento irregular de muchos de sus compatriotas. Enajenado e iluso debía haber estado Martí la noche del 26 de noviembre de 1891, en el Club Ignacio Agramonte de Tampa, cuando en la coda de su discurso deseó: "con todos, para el bien de todos". Sobre todo: "con todos".

[1] Javier de Castromori, "El exilo cubano de París: apuntes para su historia". 1902-2002 Centenario de la República cubana, Miami, Ediciones Universal, 2002, p. 132
[2] Marie-Claude Lecuyer, Anticolonialisme a Cuba au XIXe siècle: Pozos Dulces (1809-1877), Paris, L’Harmattan, 2001, p. 32.

lunes, 8 de marzo de 2010

Para ti, Mujer ! Este debería ser tu credo.


Sor Juana Inés de la Cruz (Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)





Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?

Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.