Francisco de Frías y Jacob (1809-1877), conde de Pozos Dulces. |
La colonia cubana de París cuenta a partir de 1856 con la presencia de uno de los personajes cubanos más controvertidos e interesantes del siglo XIX: Francisco de Frías y Jacob (1809-1877), más conocido por su título de conde de Pozos Dulces. Este eminente agrónomo pasó la mayor parte de su vida en el extranjero donde realizó esfuerzos considerables para contribuir al progreso de la agricultura en Cuba y hallar alguna solución a lo que ya se avisoraba como «problema cubano». Frías llega a París, por primera vez, a la edad de 33 años, en 1842, con el objetivo de cursar estudios de Física-Química y Geología, e impulsado por el amor a su tierra sacrifica entonces su pasión por la literatura. Con este viaje, el conde de Pozos Dulces quería obtener una formación científica y técnica que le fuera útil para aplicarla tras su regreso a Cuba, algo que queda demostrado en una carta que envió entonces a sus hermanos: «[…] tengo la esperanza de que si puedo quedarme dos años por acá, no perderé mi tiempo y podré ser útil a mi país en alguna cosa».[2] Otras hipótesis sostienen que Francisco de Frías había llegado a Francia dada su implicación en el primer movimiento anexionista de 1842. Pero al parecer, en aquellos momentos esta implicación no parecía ser tan importante, pues su regreso a Cuba en 1844 tiene lugar sin mayores contratiempos. No es hasta 1852 que Pozos Dulces se ve implicado en la Conspiración de Vuelta Abajo, por lo que es condenado y encarcelado seis meses en la fortaleza del Morro y deportado luego a la península.
Lettre à sa Majesté l’Empereur Napoléon III sur l’influence française en Amérique à propos du message de Bouchanant, Ledoyen librairie, Paris, 1858. |
Se constata, que a partir de su primer verdadero exilio parisino (1856-1860) -período en que aparentemente se aparta de toda actividad política- la personalidad ambigua de Pozos Dulces va adquiriendo matices contradictorios: unas veces a favor de la Corona española, otras abrazando la causa cubana. De este período datan ciertos textos publicados en París entre 1858 y 1859 que abordan la cuestión cubana, textos que se le han atribuido. El primero de estos escritos, Lettre à sa Majesté l’Empereur Napoléon III sur l’influence française en Amérique à propos du message de Bouchanant (París: Ledoyen librairie ed., 1858),[3] escrito en francés, y firmado con el pseudónimo de «Un hombre de raza latina», es un llamado a la nación francesa en nombre de los intereses comunes de las «razas latinas del Antiguo y Nuevo Mundo» para que se alíen a España, y así contrarrestar las ideas expansionistas de Estados Unidos con respecto a Cuba y México. Aquí Pozos Dulces deja bien clara su posición en favor del mantenimiento del régimen colonial y de la esclavitud bajo reformas políticas, actitud incompatible con la posición adoptada años anteriores en el seno de la Junta Cubana Revolucionaria de la cual había sido elegido Vicepresidente, en 1854.
Sin embargo, en La Question de Cuba (Paris: E. Dentu, 1859), el segundo de sus escritos, encontramos a un Pozos Dulces más cercano a Francisco de Frías, más severo con respecto a España y a la trata de esclavos, y que predica incluso la abolición definitiva de esta última: «No, no son los terratenientes, sino el gobierno de Cuba el responsable ante Dios y ante la civilización, del crimen de lesa humanidad que para vergüenza del siglo XIX, España continua perpetuando».[4] En esta segunda entrega, el autor se hace eco de una independencia negociada, pero al mismo tiempo la juzga prematura, dejando un paréntesis abierto a la posibilidad de anexión: «No, los traidores serán siempre los que nos fuercen a escoger entre la barbarie española o africana y la bandera estrellada, que lleva al menos un símbolo de la libertad».[5]
En su tercer texto, Isla de Cuba, escrito en español, retoma la crítica hacia la política colonial con conclusiones más radicales desde el punto de vista político, haciéndose partidario de una independencia negociada o de su alternativa: la anexión: «[…] la nacionalidad y la civilización españolas… para nosotros son cosas muertas en América».[6] Además, legitima la nacionalidad cubana, distinta para él de la española. Pero, a pesar de su determinada posición en pos de la independencia, vuelve a mencionar otra vez la posibilidad de una anexión al territorio norteamericano: «¿Cuál es el cubano que, perdida toda esperanza de afirmar y realizar su propia nacionalidad, no la sacrificaría resignado para salvar, siquiera, su personalidad de hombre, hollada y destruida por el despotismo español? ¿Entre la ignominia y el oprobio del esclavo y la condición del hombre libre puede ser dudosa la elección?».[7]
Los tres textos anteriormente citados nos sitúan frente a la posible veracidad de la implicación de Pozos Dulces en tales escritos. La tesis de Marie-Claude Lecuyer deja entreabierta la posibilidad de tales atribuciones, adjudicando una cierta coherencia dentro de la evolución política del pretendido autor con respecto a las tendencias reformistas e independentistas, manifestadas, las primeras, en el periódico El Siglo (La Habana, 1862-1868), del cual Pozos Dulces fue su director entre 1863 y 1866.
El conde de Pozos Dulces será uno de los primeros en alertar sobre el peligro que representaba el monocultivo para la agricultura y la economía cubanas. Denuncia enérgicamente la situación de dependencia de este tipo de producción dada la situación concurrente que comenzaba a perfilarse en Europa con el desarrollo y la expasión de la industria remolachera. Incluso no deja de culpabilizar, mediante ácidos enjuiciamientos, la política colonial española, así como la de sus compatriotas: «Lo que quiero decir, y lo dirán conmigo todos los hombres pensadores, es que estamos adormecidos, ceñida la frente de flores, al borde del abismo».[8]
Con el estallido de la guerra en 1868, Pozos Dulces sufre su segundo y último exilio parisino. En él vuelve a encontrarse con la pequeña colonia de emigrantes cubanos que, con el transcurso de la guerra se ha ido incrementando. Completamente arruinado, se consacra al periodismo -único sustento de sus últimos años- publicando sus textos en periódicos y revistas de París, Nueva York y del resto de América Latina. En éstos, sólo abordará el tema cubano esporádicamente y siempre haciendo uso de un tono doloroso y nostálgico. Incluso en su correspondencia personal revela el decaimiento moral y físico de sus últimos años: «La situación de ese país entra por mucho en el estado de mi ánimo. Distante de él, aunque no presencio sus inmediatas calamidades, me siento abatido y desalentado. ¿Cuál será el fin que le espera? No quisiera pensar en ello, por temor a ver desaparecer una por una, las ilusiones de otros días… Yo estoy seguro de desaparecer antes de que se resuelva uno sólo de los problemas que han agitado mi mente desde la juventud […]».[9] Con deseos de irse de Francia, pero con falta de estribos y medios económicos para hacerlo, decide dejar París e instalarse en Mentón (Riviera Francesa), donde el clima es menos severo: «Yo no pido más que luz y calor para ser feliz. La vida se me va lejos de tu sol ¡oh Cuba de mis sueños!».[10] En efecto, Francisco de Frías muere poco después, durante una estancia de seis meses en París, el 24 de julio de 1877, al lado de su mujer y de su viejo amigo José Valdés-Fauli.[11]
[1] Javier de Castromori, El exilio cubano de París: apuntes para su historia. En Centenario de la República Cubana, 1902-2002, Ediciones Universal, Miami, 2002. El conde de Pozos Dulces, a mi entender, fue uno de los pocos cubanos que, a pesar de sus contradicciones, resultó ser uno de los integrantes del exilio parisino que más se manifestó por la causa cubana durante el período de guerras de emancipación contra España. Su obra y sus ideas en el exilio aún son bastante poco conocidas. Las referencias tomadas aquí, corresponden, en gran mayoría, al libro (inédito en español) de la profesora e investigadora francesa Marie-Claude Lecuyer, Anticolonialisme a Cuba au XIXe siècle: Pozos Dulces (1809-1877), L’Harmattan, 2001.
[2] Marie-Claude Lecuyer, Anticolonialisme a Cuba au XIXe siècle: Pozos Dulces (1809-1877), L’Harmattan, Paris, 2001, p. 16.
[3] Ibid., p. 27.
[4] Ibid., p. 29.
[5] Ibid., p. 29.
[6] Ibid., p. 30
[7] Ibid., p. 31.
[8] Ibid., p. 35.
[9] Ibid., p. 72.
[10] Ibid., p. 73.
[11] José Valdés-Fauli (1816-1882) al estallar la guerra del 68 se vio obligado a emigrar a Nueva York, pasando luego a Venezuela y de allí a París, donde permaneció hasta 1878. Durante la guerra le fueron embargados todos sus bienes. Fue el albacea de José Antonio Saco.
2 comentarios:
Lo recordaba como en un sueño.
Gracias por despertarme.
Isis Wirth dice de la novela reciente del gran escritor Leonardo Padura: “es una importante novela, quizàs entre las mejores escritas por un cubano en los ùltimos tiempos, pese (y por lo mismo) a su “ambigüedad”, segùn se mire de parte y parte, aunque a medida que se avanza hacia el final la “ambigüedad” -insisto en las comillas- se esfuma: si no con “ferocidad”, la novela es decididamente anticomunista”
Hay que leerla entonces!!!!!!!
http://isiswirth.wordpress.com/2011/03/26/el-libro-del-miedo-o-el-hombre-que-amaba-a-los-perros-de-leonardo-padura/
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