Conrado Walter Massaguer simbolizó él mismo, como ningún otro, el tipo de intelectual snob, al mismo tiempo que caricaturizó mejor que nadie muchos de los grandes personajes de la historia del siglo XX.
Hijo de Cárdenas, la ciudad que lo vió nacer el 3 de marzo de 1889, sin embargo es La Habana quien lo adoptará a la edad de tres años en la esquina de Jústiz y Baratillo. Fue allí que comenzó a garabatear y dibujar barcos, banderas, carretones, mulas y peninsulares con boina.
Hijo de Cárdenas, la ciudad que lo vió nacer el 3 de marzo de 1889, sin embargo es La Habana quien lo adoptará a la edad de tres años en la esquina de Jústiz y Baratillo. Fue allí que comenzó a garabatear y dibujar barcos, banderas, carretones, mulas y peninsulares con boina.
Su infancia se desarrollará entre La Habana, Yucatán y New York, en esta última se graduará de la Academia Militar con galones de primer teniente. En Manhattan vivió en casa de la madre de María Mantilla a su vez madre del actor de Hollywood César Romero. Fue allí que el jóven Massaguer se saturó de la vida de José Martí.
Completamente autodidacta, Massaguer comienza a publicar sus primeras caricaturas en revistas y periódicos yucatecos. A su regreso a La Habana en 1908 colabora como caricaturista de béisbol en el periódico El Mundo, así como en El Fígaro, Cuba y América, Letras y tantas otras. El deseo de ligar su talento a la publicidad lo lleva a fundar en 1910 Mercurio, su primera agencia de publicidad. Al año siguiente realiza su primera exposición personal de caricaturas en el Ateneo de La Habana. En 1913, junto a su hermano Oscar, funda la revista Gráfico, que aparecerá hasta 1918, pero que dejará dos años después de haberla lanzado por no entenderse con su socio de entonces Laureano Rodríguez Castells.
Es en 1916 que Social comienza, transformándose, al decir del propio Massaguer, «en la más bella aventura de su vida periodística». El éxito de esta novedosa revista no sólo radicó en su contenido sino también en su calidad de impresión. Muy pronto muchos de sus amigos lo animarían para que se comprara una imprenta propia, en la que emplearía, por primera vez en el mundo, la revolucionaria técnica de impresión «offset». Paralelamente a Social, Massaguer funda en 1919 Pulgarcito, revista infantil y Carteles, revista de espectáculos que luego se convirtió en semanario popular. Sus caricaturas de artistas, hombres políticos y personalidades internacionales comienzan a darle una notoridad internacional. El tenor italiano Enrico Caruso, al que Massaguer caricaturizó en repetidas ocasiones, haría en 1916 la caricatura de su caricaturista en el hotel Knickerbocker de New York.
Producto de su constante batallar nace su segunda agencia publicitaria "Anuncios Kesevén" en 1916 y ese mismo año el Sindicato de Artes Gráficas. Más tarde sería la Asociación de Pintores y Escultores junto a figuras del arte cubano como Aurelio Melero y Sebastián Gelabert, así como también, en 1921, el primer Salón de Humoristas junto a Maribona, Rafael Blanco, García Cabrera, entre otros en el palacete que ocupaba la Asociación de Pintores y Escultores en el Paseo del Prado. En 1923 publica un libro de sus caricaturas al que bautizará con el título de Guiñol. En éste aparecían figuras como Roosevelt, Caruso, Anatole France, Blasco Ibáñes, Capablanca, Sarah Bernhardt, Chaplin, Bernard Shaw, Max Linder, Alfonso XIII, Georges V, entre muchos otros. De Guiñol se realizaron dos ediciones, una en inglés y otra en castellano. Al año siguiente contrae matrimonio con Elena G. Menocal, hija del magistrado Narciso G. Menocal, con la que tendrá dos hijas y fija residencia temporaria en New York, desde donde dirige su revista Social y su agencia publicitaria, al mismo tiempo en que colabora con varias revistas neoyorkinas como The New Yorker, Life, Collier’, Cosmopolitan y Vanity Fair.
Ya en 1925 el matrimonio Massaguer se encuentra de regreso a La Habana, donde permanecerá durante cuatro años, período en el que colaborará en el Libro de Cuba, obra que se distribuyó en toda América y España. También por aquellos años Social festejaba su primera década y la lista de sus colaboradores de prestigio no hacía más que aumentar. Había llegado a circular profusamente y con mucho éxito en Venezuela, Panamá, Colombia, Puerto Rico, República Dominicana y España. El estrecho vínculo del Grupo Minorista a esta revista traería más de un problema a Massaguer, pues una de sus portadas y las caricaturas que aparecían en el interior comenzaban a molestar a Machado, lo que le valdría ser condenado en juicio por «leve falta». Pero esto no lo detendrá en su afán de continuar criticando al Presidente y a su gobierno entre los años 1927 y 1928.
En 1929, Massaguer, deseoso de medir su talento con el de los grandes caricaturista europeos, decide preparar una exposición de cuarenta caricaturas en colores para exponer en París. Es así que a bordo del Aquitaine toma rumbo a la «Ciudad Luz». En París, lo esperaban en la Gare Saint-Lazare, entre otros, François G. de Cisneros y Alejo Carpentier. Días después encontraría en el Café de la Rotonde del barrio de Montparnasse al crítico galo André Salmón junto a los caricaturistas Broca y Toño Salazar.
Su exposición en la Galerie Charpentier fue todo un éxito, a pesar de la reputación de que triunfar en París, llegar a los críticos, obtener salas de exhibición y conquistar a la prensa era dificilísimo. El crítico y también caricaturista Broca (Paul Whistling), dedicó una página entera en el Paris-Montparnasse reproduciendo seis de las obras presentadas en la Galerie Charpentier, al mismo tiempo que declaró que el «Clemenceau» de Massaguer «era el mejor que había salido de la punta de un creyón». André Salmón, por su parte, escribiría: «Se debe ver en la Galerie Charpentier las caricaturas internacionales del cubano Massaguer. Tantos dibujantes que no disponen como él de un grafismo elemental. Massaguer tiene medios auténticos de pintor». Y el gran caricaturista Sem «Massaguer tiene mucho talento». En fin, toda la prensa parisina fue unánime en sus elogios, ayudándolo a vender toda la obra expuesta e incluso tuvo que pintar cerca de diez obras más para satisfacer a su nueva clientela.
Fotografia enviada por Massaguer desde Santiago de Cuba al también humorista cubano Juan (Eduardo) Abril Lamarque (1904-1999), 26 de febrero de 1922. © Archives of American Art.
De regreso a La Habana en 1930, luego de pasar por Italia, Suiza, España y New York, Massaguer encuentra que la situación política cubana había empeorado. En ese mismo año funda Havana, revista turística que tuvo gran éxito en Europa y los Estados Unidos, pero que se publicó solamente hasta 1931, momento en que junto a su familia decide exiliarse en New York, pues el gobierno machadista le habían ofrecido una celda en el Presidio Modelo de la Isla de Pinos. En este nuevo exilio neoyorkino y acompañado del brazo del muralista mexicano Clemente Orozco se presentó en la Delphic Studios donde vendió casi toda la obra expuesta. Pero New York esta vez no le resultó de la misma manera que antes, a pesar de que las puertas de Collier’s, Vanity Fair y Cosmopolitan le abrieran nuevamente sus puertas, para ese entonces había dejado de recibir dinero de Cuba y poco a poco sus créditos se fueron consumiendo en los hoteles neoyorkinos. Muy pronto se vería reducido en un pequeño apartamento, casi sin muebles, en el que se reunía un grupo de exiliados integrado principalmente por Teté Casuso, Pablo de la Torriente, Eduardo Chivás, entre otros, quienes discutían sobre las últimas noticias recibidas de Cuba.
A su regreso a La Habana en 1934, tuvo el dolor y la sorpresa de verse despojado de sus talleres y de sus revistas Social y Carteles, pero con la esperanza de que algún día volvería a publicar una de estas dos revistas. Un año sólo bastó para que Massaguer sacara nuevamente a la calle su «querida» Social en forma de fotograbado, en la imprenta de Montalvo y Cárdenas. El intento esta vez no daría el mismo resultado y la resurrección se trunca definitivamente en abril de 1938. Pese a ésto, su labor como caricaturista e ilustrador se continuará en el los periódicos Información y El Mundo durante la década del 40, donde colabora con sus «Massaguericaturas» y sus «Massaguerías».
Abril Lamarque (izquierda) and Conrado Massaguer (derecha) en la cena organizada por Massaguer en el Murray Hill Hotel de New York, el 9 de noviembre de 1939. © Archives of American Art.
Invitado como delegado de arte y propaganda del Pabellón Cubano en la Feria Mundial de New York en 1939, Massaguer realiza para este pabellón un panel que cubría dos paredes, el cual representaba una rumbera cubana bailando sobre un tablado alrededor del cual se encontraban las personalidades de la política y la cultura más en vista por aquel entonces: Roosevelt, Goering, Mahatma Gandhi y un cabritillo, Charles Chaplin, Bernard Shaw... El éxito de este panel fue tal que el New York Times le dedicó un espacio de cinco columnas, en su segunda página. Días después, por órdenes superiores, el panel fue tapado con pintura blanca por «haber probocado las iras del público norteamericano». Años más tarde, en 1943, su cuadro titulado El Doble Nueve, sería considerado por la crítica internacional como la «más saliente propaganda para la causa aliada durante la Segunda Guerra Mundial». El mismo, representaba una partida de dominó entre los principales actores de la Segunda Guerra Mundial: de un lado Roosevelt y Churchill escoltado por Stalin, y del otro Mussolini y Hitler a su vez escoltado por Hirohito. Es importante decir que en New York, unos años antes, Massaguer había dibujado un Domingo Güajiro, otra partida de dominó que también tuvo mucha aceptación tanto en Cuba como en el extranjero.
Man with Overcoat and Cane, 1933. Abril Lamarque papers, 1883-2001. © Archives of American Art.
Conrado W. Massaguer trabajó arduamente la caricatura, la ilustración y el anuncio publicitario con impresionante habilidad y destreza. Nadie mejor que él supo utilizar el creyón para posterizar con ojo crítico toda una generación de costumbres y de convulsas situaciones nacionales e internacionales. Sus inolvidables «Massa-grils», muchachas modernas, de vida independiente, que fuman y beben como cualquier hombre, no son más que el tipo de mujer liberada al llegar a término la Primera Guerra Mundial. Por sus méritos en el periodismo fue condecorado en 1944 con la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes con grado de Caballero y Comendador de la Orden Nacional de la Cruz Roja. Al fundarse en 1952 el Instituto Cubano del Turismo fue promovido como Director de Relaciones Públicas. En 1957, comenzó a preparar un libro de memorias que se publicó un año después bajo el título de Massaguer, su vida y su obra. Autobiografía, historia gráfica y anecdotario. Su vida posterior, entre 1958 y 1965, año en que muere en La Habana, queda en un gran misterio.