miércoles, 23 de junio de 2010

ICONOGRAFIA CUBANA XXII : Heredia, el francés.

José María de Heredia fotografiado por Paul Nadar, París, 25 de febrero de 1896. © Archives photographiques de la Médiathèque de l’architecture et du Patrimoine

Pocos saben que cuba es el país de América Latina que más ha marcado el elenco de las calles de París. Y quien se pasea por la capital de Francia no dejará de percibir, en las placas de las esquinas, los nombres de tres cubanos: José Martí, el Dr. Finlay y José María de Heredia.
Francia se enorgullece del poeta parnasiano, nacido en Santiago de Cuba el 22 de noviembre de 1842, hasta el punto de considerarlo como uno de sus glorias literarias; su busto, en los jardines de Luxemburgo, acompaña los de los más famosos escritores del siglo XIX.
Monumento a Heredia en el Jardín de Luxemburgo, París. Busto en bronce, realizado por el artista francés Victor Joseph Jean Ambroise Ségoffin (1867-1925).
Era José María de Heredia primo hermano de su homónimo, el lírico poeta del Niagara y del Himno del Desterrado, aunque éste último hubiera muerto en 1839. Ambos descendían de aquel Pedro de Heredia, fundador en el siglo XVI de Cartagena de Indias, cuya familia prosperó en Santo Domingo antes de pasar al oriente de Cuba, a raíz de la revolución de Haití.
El joven José María junto a su madre Louise Girard. © BNF 
Muy pronto, a los ocho años, vino el segundo José María a educarse en París. En 1858, sin embargo, apenas adolescente, quiso su madre que regresara a Cuba y se matriculara en la Facultad de Letras de La Habana a fin de que aprendiese correctamente la lengua de sus antepasados. Y allá, en un cuarto interior de la juguetería La Iberia de la calle Obispo, se impregnó el joven estudiante de la música y de la poesía que florecían en la entonces colonia española, al par que se entregaba con ahínco a la lectura de los libros franceses clásicos y modernos que había llevado a Cuba.
José María de Heredia a la edad de 15 años. La Habana, 1857. © BNF
Poco permaneció en la isla, pues ya lo vemos instalado de nuevo en la década de los sesenta en París, donde se casa en 1867 con Luisa Despaigne, perteneciente a una familia de origen bretón. En Cuba, según confiesa él mismo en una carta inédita, sólo perpetró algunos versos en español: la gran poesía habría de escribirla en francés.
En 1852, Théophile Gautier habia publicado sus Émaux et Camées (Esmaltes y Camafeos) que son como el manifiesto de un nuevo movimiento literario : la poesia parnasiana. José María de Heredia lo escoge como maestro y modelo para cincelar sonetos exquisitos, a manera de bajorrelieves esculpidos en mármol de ricas vetas. Escribe en revistas francesas, regala a los amigos más cercanos sus poesías, bellamente caligrafiadas en tinta morada, y da a conocer admirables traducciones de clásicos españoles, como los cuatro tomos de la Historia verídica de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, impresas por Alphonse Lemerre entre 1878 y 1887.
Heredia nuevamente en Paris. © BNF
De pronto ocurre, en 1893, un acontecimiento editorial sin precedentes: Heredia reúne sus poesías en un volumen titulado Les Trophées (Los Trofeos) y la primera edición de Lemerre se agota en pocas horas. Exito asombroso tratándose de un libro culto, caro – 10 francos-oro de la época – y de un poeta casi desconocido que ya rebasaba los cincuenta años.
Entre estos versos eruditos que evocan la historia del mundo, algunos se refieren a Cuba, “a las Antillas azules que se pasman bajo el ardor del astro de Occidente”, mientras llega al poeta “el perfume con que embalsama el aire natal la flor surgida otrora en el jardín de América”.
Manuscrito de Les Conquérants, uno de los sonetos de Los Trofeos en el que habla de "las Antillas azules que se pasman bajo el ardor del astro de Occidente"© BNF
Fue tal la conmoción literaria suscitada por Los Trofeos, que ese mismo año de 1893 se otorga a Heredia la ciudadanía francesa y el 2 de febrero de 1894 se convierte en el primer y único latinoamericano, en los últimos tres siglos, en haber sido elegido a la Academia Francesa, derrotando a un agregio adversario: Émile Zola. Habría que esperar el año 1996 para que otro latinoamericano, el argentino Hector Bianchotti, fuera elegido para la tan reputada Academia.
En su discurso de recepción, no olvida Heredia hacer rebotar el honor de la elección sobre “la isla espléndida y remota donde yo nací”.
La joven Luisa Despaigne, futura esposa de Heredia. © BNF
En 1894, igualmente, da al editor Lemerre su traducción, en una lengua sobria y arcaizante, de La monja Alférez, en la cual presenta al público francés la figura extraordinaria de Catalina de Erauso, que trueca el hábito religioso por el uniforme de soldado y participa en la conquista de América.
Poco tiempo después, fue nombrado director de la prestigiosa Biblioteca del Arsenal, en cuya residencia, a orillas del Sena, organizaba tertulias dominicales frecuentadas por hombres de letras y bibliofilos de finales del siglo XIX. En ellas conoció su hija Marie al poeta Henri de Régnier, con quien se casó. Y ella misma llego a ser notable escritora bajo el seudónimo de Gérard d’Houville. Una de sus novelas, de tema cubano, Le Séductor, se desarrolla en la patria de su padre.
José María de Heredia al final de su vida. © BNF
Cuando en 1903 le pide el alcalde de Santiago de Cuba algunas poesías para la celebración del centenario del otro Heredia, no duda en volver a la lengua materna y escribe tres sonetos para la ocasión.
Lejos de París y casi repentinamente, el 3 de octubre de 1905, fallece José María de Heredia en el castillo de la Bourdonné, en Condé-sur-Vesgres y fue enterrado en el cementerio de Notre Dame de Bon Sécours, en Rouen. Se dice que Heredia tenía una fastidiosa afición por el juego y el alcohol, lo que le valió gastar considerables sumas de dinero, incluso a endeudarse.
Monumento a José María de Heredia en Santiago de Cuba, inaugurado el 6 de marzo de 1927. © BNF
Cuba acababa de estrenar su independencia cuando dejo de existir este hijo suyo, uno de los más grandes poetas de la lengua francesa.


martes, 22 de junio de 2010

Armando Godoy: poeta cubano de expresión francesa.

Armando Godoy (1880 - 1964).
La ciudad de París y la cultura francesa han ejercido siempre una fuerte atracción sobre escritores cubanos de todas las épocas.
Armando Godoy (La Habana, 1880 – París, 1964), poeta de estro variado y abundante, transcurrió en la capital de Francia la mitad de una vida entregada al cultivo de las musas.
Los Godoy, habían fundado una dinastía de banqueros que descollaba en el panorama económico y social de Cuba, a principios del sigloXX. Muy pronto la familia de Armando se traslada a Lima, Perú, donde su Padre dirigía conspicuos negocios.
Su vocación poética fue precoz. Cuando apenas contaba doce años de edad, comienza a escribir sus primeros versos en revistas escolares limeñas: El Colegial, en 1892 y El Aspirante, al año siguiente, recogen tan tempranas primicias.
La familia Godoy al completo: Armando, Julia Cordovés Tovar y los dos hijos. Cuba, primeros años del siglo XX.
Pronto regresa a Cuba, interrumpiendo los estudios iniciados en la capital peruana. En 1904 viaja a París por primera vez durante quince días, encargado de una gestión de finanzas por cuenta del banquero cubano José Payán y de Reina (1844 – 1919), hábil negociador del Banco de Londres.
La actividad profesional no le impide el estudio afanoso de la lengua francesa, que suscitará la eclosión de su talento de poeta.
En 1919, tras un revés financiero que afecta al banco de los Godoy, abandona Cuba con la familia que había formado con Julia Cordovés y Tovar, heredera de unos ricos hacendados. Se embarca entonces rumbo a New York, rehace su fortuna y decide consagrarse enteramente a la creación literaria.
Armando Godoy durante sus años cubanos.
En 1925, lo vemos instalado en París, donde había conocido precedentemente a Henri de Régnier, Francis Jammes y O. V. de L. Milosz. A partir de ese momento se lanza en una intensa y prodigiosa actividad de escritura y publicación: no menos de 40 volúmenes.
Tampoco es de extrañar que, en el umbral mismo de su nueva carrera, haya querido Godoy rendir un homenaje a otro ilustre cubano de Francia, en cierto modo predecesor suyo en la ascensión del Parnaso. Su primer libro así lo testimonia: “A José María de Heredia” (1925).
El poeta cubano recorrerá diferentes etapas que lo llevarán de la exaltación de la criatura a la contemplación inflamada del creador.
En su mesa de trabajo: Armando se convierte en "Armand".
Su producción poética está colocada bajo una doble advocación: amor del hombre y de la naturaleza; amor de Dios.
“Hosana sur le Sistre” (1928), corresponde a la primera búsqueda. La impresión que le causa Schumann y su Carnaval –el de 1835– lo decide a realizar la experiencia de engendrar el verbo a partir de la composición musical e introduce en su poesía un arte de la polirritmia, capaz de transcribir en verso las fuentes musicales en las que se basa: Sonatas de Beethoven, Nocturnos de Chopin, Preludio de Bach, Erótica de Grieg...
Son de notarse las 5 Danzas Cubanas que integran este volumen, en las cuales los diferentes efectos prosódicos que utiliza expresan la variedad de ritmos de nuestra música tradicional y popular.
La pérdida de un ser querido lo conduce al fervor religioso y al más acentrado misticismo.
Armand Godoy con su hijo Jean-Charles.
Con Le Drame de la Passion (1929), Les Litanies de la Vierge (1930), Marcel (1931), Ite, Missa Est (1933), Godoy aporta a la literatura francesa toda una teología poética que lo sitúa, junto a Paul Claudel, entre los más destacados poetas
Católicos.
Muy copiosa es asimismo su bibliografía pasiva. Paul Devaux publicó, en 1933 y 1936, dos libros sobre su obra. Y, en 1959, Anne Fontaine dio a la imprenta, en las ediciones Grasset, el estudio más completo: Armand Godoy.
Pero la apoteosis la conoce muy pronto, cuando la revista francesa Mediterranea le brinda, en 1929 y en forma de grueso volumen, un homenaje extraordinario. Decenas de literatos, músicos y pintores, entre los cuales Paul Fort, Gabriela Mistral y Joaquín Nin Culmell, rivalizan en las alabanzas que a su obra prodigan.
"Et la nuit lumineuse où pleure le palmier". Partitura del compositor cubano Joaquin Nin Culmell dedicada a Godoy por el homenaje realizado por la revista Mediterranea en 1929.
En un frío noviembre del Madrid de 1934, Gabriela Mistral encomiaba la obra del poeta Armando Godoy con singular denuedo:
“Me convence y me vence Godoy con su pasión acérrima y su culto radical de la poesía. Hace diez años que sus libros van a encontrarme en los cuatro puntos cardinales, donde yo los recibo, de una parte como un noble reproche a mi vida desmigajada en afanes dispares, y de otra parte como una saeta que llegase caliente y como recién fundida, de la fragua de donde salió”[1].
Cabe recordar que fue Godoy el primer traductor en francés de las poesías de José Martí. A Godoy le debe el público francés el haber podido leer en su propio idioma la mayor parte de la obra poética de Martí, a quien dedicara dos libros: Poèmes choisis (Emile Paul, 1929) y Poésies (B. Grasset, 1937).
La evocación de la muerte de Martí le inspira un poema en español. He aquí algunos fragmentos del mismo:

Por fin pisaste el suelo idolatrado
De la patria feliz. Sonó la hora
Venturosa y fatal –noche y aurora
Triunfo y desolación, gloria y pecado.

En vano la insolencia del malvado
Hizo crispar tu diestra vengadora:
Hombre –Dios, en la lucha redentora
Preferiste ser Cristo a ser soldado.

Ebrio de amor, sediento de martirio,
Inerme y solo, en épico delirio,
Te abalanzaste hacia la turba impia:

Y trocando el gusano en mariposa,
Cuba libre surgió de tu agonía,
Ungida por tu sangre milagrosa.


Retrato de Madame Godoy (Julia Cordovés Tovar) por Federico Beltrán Massés. Oleo sobre lienzo, 131 x 97 cm. Colección Montesdeoca García-Saénz. Las Palmas de Gran Canaria.
Además de la fe, tuvo Godoy una pasión y un encuentro decisivo en su vida: Charles Baudelaire, cuya influencia es perceptible en toda su poesía.
Bibliófilo y coleccionista de ediciones originales, logró reunir también el más importante conjunto de documentos autógrafos de Baudelaire del que se tenga noticia: 220 cartas y varios manuscritos, adquiridos por la Biblioteca Nacional de Francia en 1982 y 1988, cuando se vendieron en subasta pública.
Muchos años pasó Armando Godoy en su residencia del barrio elegante de Auteuil, en el número 43 de la rue de Raffet. La casi totalidad de sus libros la escribió en francés, pero sus vínculos con la isla natal jamás desaparecieron.
El Diario de la Marina, de La Habana, se hizo eco, en 1928, de la repercusión de los primeros libros de Godoy en Francia:
“Armand Godoy ha hecho un milagro consigo mismo [...]. Es imposible de dar una idea ni muy vaga siquiera de la complejísima trama y la polifacética urdimbre sobre las que están tejidos los gloriosos panoramas mentales que forman la obra poética de Godoy.”
PARIS - CUBA: Ex-libris de Armand Godoy por G. Granger.
Comendador de la Orden de Céspedes en 1930, por nombramiento del Presidente de Cuba, el emblema que escoge como ex-libris proclama su profesión de amor hacia Cuba y hacia Francia, ya indisolublemente unidas en su persona y en su obra para siempre.

[1]. DEAMBROSIS MARTINS, Carlos. Armando Godoy, poeta francés. Prensas de la Editorial Ercilla. Santiago de Chile, 1935. Extracto del prólogo, p. 15.



sábado, 19 de junio de 2010

ICONOGRAFIA CUBANA XXI : El Palacio de Carneado.

El Palacio de Carneado hacia 1880. Se puede observar en lo alto del pórtico de entrada la escultura de torso desnudo del propietario del recinto que nos relata Renée Méndez Capote en sus Memorias... Foto: © colección Rafael Díaz-Casas.

El desaparecido Palacio de Carneado ubicabo en la costa habanera del Vedado, estaba situado a la altura de la calle Paseo, y que la ampliación del Malecón terminó tragándose.
Su dueño era el conocido “Hombre-Grito”, el “Rey Carneado”, cubano de origen asturiano que poseía la peletería “El Escándalo”, un establecimiento comercial emplazado en el cruce de las calles interiores de la Manzana de Gómez, precursor en La Habana de las tiendas por departamento. Don José Carneado cuyo comercio era conocido como el “Bazar de las Cuarenta Puertas”, era un duro en los negocios. El llamado “Hombre-Anuncio” por autonomasia, poseía una legión de hombres-sandwich a su servicio que, emparedados entre dos carteles, salían por las calles habaneras anunciando las mercancías del “Escándalo”. A veces, el propio Carnedo salía él mismo a caballo y luciendo sus légitimos brillantes para hacer sus reclamos, pregonando los precios de sus zapatos: “los más baratos de la ciudad y los mejores”.
Se cuenta que era un hombre noble y generoso, inquieto de aliviar la miseria de los más necesitados.
Al parecer, José Carneado presumía de su fortuna, de su varonía y de su fuerza. Y para atestar de esas tres cualidades, Carneado llevaba siempre en sus atuendos tres enormes brillantes; tuvo una progenitura numerosa de al parecer unos veinte hijos; e hizo esculpir su torso desnudo, los músculos en tensión, en el alto pórtico de entrada de su “Palacio de Carneado” frente a los baños del mismo nombre. Los célebres “Baños de Carneado” eran una especie de playa artificial en la costa del barrio del Vedado donde se habían construido divisiones para que los tiburones no pasaran.
Renée Méndez Capote relata en sus Memorias de una cubanita que nació con el siglo :

“Estábamos, un año en que la partida a Varadero se retrasaba, y los baños había que empezarlos en junio, bañándonos en los baños de Carneado -- inefable Carneado. Un tipo fornido, que presumía de tres cosas: de rico, de fuerte y de prolífico. Y para demostrar lo primero usaba tres brillantes gigantescos, uno en la corbata, otro en el dedo y otro en la leontina del reloj que le atravesaba como una banda la barriga por encima del chaleco de dril crudo; para demostrar lo segundo había colocado un busto de su persona, desnudo y en actitud de boxeador con todos los músculos bien contraídos a la puerta del Palacio de Carneado, que estaba por el litoral me parece que cerca de la calle J y era un edificio de dos plantas que parecía una cuartería, supongo que sería un hotel, y tenía baños de mar en pocetas de ahogado, como era la costumbre de la época, y para demostrar lo tercero se contentaba con dos buenas docenitas de hijos de lo más variados.”

Se desconoce el final de Don Carneado. Su Palacio fue luego, de manera provisional, la Casa de Salud de la Asociación Canaria de Cuba. Poco antes de su desaparición, se instaló la American movie company "Independent Moving Pictures" bajo la dirección de Mr. Thomas Ince.

Mis agradecimientos a Rafael Díaz-Casas por permitirme publicar esta foto que forma parte de su colección particular.