Leandro Soto, Diáspora, 2000 (óleo sobre tela). |
Me vienen a la memoria aquellos apuntes para la historia del exilio cubano en París, en el que traté de resumir, no sin mal, dos siglos de vida y acciones de los cubanos en la capital francesa. Mis conclusiones, en aquel momento, me alarmaron positivamente, incluso sin saber bien refrejarlo. Hoy, frente a la situación de tensión que sufre el exilio cubano en el mundo, me digo que las cosas no han cambiado del todo, y lo mejor, no cambiarán. Y es que, de cierta manera, y pese a la similitud que existe entre las diferentes generaciones de exiliados de un siglo al otro, la diferencia es esencial en el desarrollo de una conciencia política y civil, perdida durante los años de represión castrista. No tengamos miedo a la diferencia y confrontemos nuestras ideas. En un final, quién posee la verdad absoluta ?
Aquí les dejo las conclusiones de aquellos apuntes que bien se pueden aplicar a los exiliados de todo el mundo. Desde entonces ha llovido y seguirá lloviendo.
"Aquellos que partieron en cruzadas hacia las grandes Indias atlánticas,
aquellos a quienes llega el olor de la idea nueva en los frescores del abismo,
aquellos que soplan en los cuernos a las puertas del futuro,
saben que en las arenas del exilio, silban las altas pasiones enroscadas
bajo el látigo del relámpago... [...]
¡ El exilio no es de ayer ! ¡ El exilio no es ayer ! Oh vestigios, oh premisas [...]"
Saint-John Perse, Exilio VII, II.
Coda [1]
Si trazamos un paralelo entre los comienzos del exilio cubano en París de finales del siglo XIX con el de finales del siglo XX, y aún más, con el actual, llegamos a la conclusión de que a destiempo, encontramos los mismos factores que actuaron en uno y otro. Es decir, la organización y las acciones de la colonia cubana de París, siempre estuvieron en manos de un puñado de exiliados -principalmente intelectuales- en cuyo núcleo las divergencias políticas y los intereses personales frenaron el desarrollo de las acciones emprendidas contra los gobiernos que los condenaron al exilio. Constatamos asimismo, y con pesar, la apatía política de una cierta parte de la colonia, despolitizada, sorda y poco sensible a la causa de sus compatriotas. Es así que encontramos el coqueteo de esta parte del «exilio» con las autoridades de la isla. Una frase del ya mencionado conde de Pozos Dulces, al referirse a la importancia que representaba tener una conciencia política en la Cuba del siglo XIX, pudiera quizás, hacerles reflexionar sobre este asunto: "En Cuba, más que en cualquier otra parte del mundo, de todo deberá uno abstenerse, menos de la política, porque la política es la sola esperanza que hay para los cubanos de ser hombres, de ser verdaderos ciudadanos y no una grey sumisa y obediente al capricho de sus señores, de conquistarse una palma y ganar un puesto entre las naciones".[2] Como en toda colonia de emigrados, en la colonia parisina existían y existen las divergencias necesarias para provocar la emulación de unos y la algarabía de otros. Iluso sería tratar de ofrecer una imagen del éxodo cubano idealizada por un sentir patriótico, unánime e irreprochable. La cohesión de las fuerzas del exilio cubano de París, voluntarioso ayer en servir a los ideales de la causa independentista y decidido hoy a restituir la República democrática arrebatada por la dictadura de Fidel Castro, sufrió -y sufre aún hoy en día- los embates del comportamiento irregular de muchos de sus compatriotas. Enajenado e iluso debía haber estado Martí la noche del 26 de noviembre de 1891, en el Club Ignacio Agramonte de Tampa, cuando en la coda de su discurso deseó: "con todos, para el bien de todos". Sobre todo: "con todos".
Saint-John Perse, Exilio VII, II.
Coda [1]
Si trazamos un paralelo entre los comienzos del exilio cubano en París de finales del siglo XIX con el de finales del siglo XX, y aún más, con el actual, llegamos a la conclusión de que a destiempo, encontramos los mismos factores que actuaron en uno y otro. Es decir, la organización y las acciones de la colonia cubana de París, siempre estuvieron en manos de un puñado de exiliados -principalmente intelectuales- en cuyo núcleo las divergencias políticas y los intereses personales frenaron el desarrollo de las acciones emprendidas contra los gobiernos que los condenaron al exilio. Constatamos asimismo, y con pesar, la apatía política de una cierta parte de la colonia, despolitizada, sorda y poco sensible a la causa de sus compatriotas. Es así que encontramos el coqueteo de esta parte del «exilio» con las autoridades de la isla. Una frase del ya mencionado conde de Pozos Dulces, al referirse a la importancia que representaba tener una conciencia política en la Cuba del siglo XIX, pudiera quizás, hacerles reflexionar sobre este asunto: "En Cuba, más que en cualquier otra parte del mundo, de todo deberá uno abstenerse, menos de la política, porque la política es la sola esperanza que hay para los cubanos de ser hombres, de ser verdaderos ciudadanos y no una grey sumisa y obediente al capricho de sus señores, de conquistarse una palma y ganar un puesto entre las naciones".[2] Como en toda colonia de emigrados, en la colonia parisina existían y existen las divergencias necesarias para provocar la emulación de unos y la algarabía de otros. Iluso sería tratar de ofrecer una imagen del éxodo cubano idealizada por un sentir patriótico, unánime e irreprochable. La cohesión de las fuerzas del exilio cubano de París, voluntarioso ayer en servir a los ideales de la causa independentista y decidido hoy a restituir la República democrática arrebatada por la dictadura de Fidel Castro, sufrió -y sufre aún hoy en día- los embates del comportamiento irregular de muchos de sus compatriotas. Enajenado e iluso debía haber estado Martí la noche del 26 de noviembre de 1891, en el Club Ignacio Agramonte de Tampa, cuando en la coda de su discurso deseó: "con todos, para el bien de todos". Sobre todo: "con todos".
[1] Javier de Castromori, "El exilo cubano de París: apuntes para su historia". 1902-2002 Centenario de la República cubana, Miami, Ediciones Universal, 2002, p. 132
[2] Marie-Claude Lecuyer, Anticolonialisme a Cuba au XIXe siècle: Pozos Dulces (1809-1877), Paris, L’Harmattan, 2001, p. 32.
5 comentarios:
tELEPATÍA creativa. Son curiosas estas cosas. Al menos, uno se siente menos solo al constatar que hay otros que se dan cuenta de lo mismo.
Te pongo en el Penthouse con texto y link.
Un abrazo.
COmo quien dice , es la misma historia y donde quiera ,.Paris , Miami o Hong Kong los males que divide al exilio son del mismo corte y natura ..Pero mas que todo esto lo que me parece concluyente es que lo mismo en el siglo XIX que hoy dia no se puede ni debe esperar mas del exilio que lo que se sabe que es en si EXILIO ..
Los problemas de las naciones sea Cuba o cualquier otra tienen que encontrar solucion dentro de las naciones y del exilio creo que lo unico que hay que esperar es el regreso ..
Lo otro y quizas lo mas importante que tengo que alegar es que tu observacion es como siempre certera y bien planteada pero en lo de "restituir la democracia perdida" disfiero mucho mucho mucho .. Es mas pienso que en gran parte los problemas que enfrenta el exilio Cubano hoy como hace cien años atras se debe al Hecho de que provenimos de un pais que jamas ha conocido nada que se acerque a la idea de lo que se puede entender por Democracia en la sociedad moderna , Ni antes , ni luego ,ni despues Cuba jamas ha dejado de ser "finca privada" de alguien ..
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te invitamos a nuestro blog .Bienvenido .
http://sombradelcubano.blogspot.com/
Interesante texto.
Este blog y el trabajo de su autor confirma la importancia de los historiadores.
Gracias.
Estupendo articulo, blog de rescate a la memoria cubana .Enhorabuena .
http://video.google.com/videoplay?docid=6190092989419003037#
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