Para Francisco Moran y Félix Hangelini
Enrique Piñeyro Barry (1839-1911) |
Vista general del estado del mausoleo donde reposa Enrique Piñeyro. Foto © Javier de Castromori. |
Detalle del pedestal rectangular que sostiene la estatua de la "Esperanza". Foto © Javier de Castromori. |
Fue Piñeyro uno de los discípulos de José de la Luz y Caballero, bajo cuya dirección obtuvo en el colegio del Salvador, título de Licenciado en Artes. Luego viajaría a España para completar sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Madrid, dejando para más tarde sus ejercicios de grado que llevaría a cabo en La Habana, cuya Universidad le otorgó en 1863 el diploma de Licenciado en Jurisprudencia. Poco después, fungiría como vice-director del mismo colegio del Salvador.
Desde su adolescencia, Piñeyro se entregó a los menesteres literarios, llegando a traducir, a la edad de dieciseis años, un texto de Victor Hugo que publicó en Brisas de Cuba en 1856. Más tarde, entre 1865 y 1866, dirigió la Revista del Pueblo, fundada unos años antes por Ramón Zambrana y cuyo objetivo inmediato, como bien comentaría Piñeyro siendo subdirector, era el de combatir el mal gusto que a su parecer predominaba en ciertos grupos de intelectuales encabezados por Fornaris, Manuel Costales, P. J. Morillas, F. Valerio y hasta por el mismísimo Zambrana.
Cuando quiso dedicarse al ejercicio de la abogacía estalló la revolución de Yara. Piñeyro emigró entonces a los Estados Unidos con el objetivo de unir su voz y sus esfuerzos a la de los separatistas emigrados. Durante éste, su primer exilio, actuaría como secretario de la Legación de Cuba, encargándose a la vez de la dirección de la revista La Revolución, así como El Mundo Nuevo que más tarde se fundiría con otra revista neoyorkina : América Ilustrada, en a que Piñeyro trabajará hasta finalizar el año de 1876. Poco después se cerraría el ciclo de su participación directa en los empeños de la revolución cubana, debido a las divisiones surgidas en este campo y a los antagonismos y disenciones que habían deshecho la unidad necesaria entre los cubanos emigrados.
Luego de la Paz del Zanjón, regresa Piñeyro a Cuba en 1879, donde permanecería cerca de dos años. "No pude resignarme a vivir allí", escribiría años después. "La situación política de los cubanos en general y en particular de los insurrectos, me parecía humillante y difícil de soportar." En marzo de 1881, embarca nuevamente rumbo a los Estados Unidos, donde se casa, en 1882, con la viuda de José Fernández de Castro, Clara Poey Hernández, hija de Juan Poey y Aloy, primo del insigne naturalista cubano Felipe Poey, para luego seguir hacia París, donde fijan ambos su residencia definitiva.
Detalle del estado ruinoso de la estatua la "Esperanza". El ancla y las cadenas de las cuales se habla en la descripción de 1887, están prácticamente destrozados Foto © Javier de Castromori. |
Su extensa obra, para citar algunos de sus principales libros, incluye sus Estudios y conferencias de historia y literatura (1880), su magnífica exégesis de Poetas famosos del siglo XIX (1883), donde estudia a los más destacados poetas ingleses, franceses, alemanes e italianos del período romántico; su Vida y escritos de Juan Clemente Zenea (1901), El romanticismo en España (1904), Biografías americanas: hombres y glorias de américa (1906) y su obra póstuma Bosquejos, retratos y recuerdos, que se publica en 1911, el mismo año de su muerte.
La crítica de Piñeyro es tratada de esteticista, en la que los valores artísticos de una obra están por encima de todos los demás, aunque también se habla de ciertas tendencias científicas e historicistas. También se destacó en gran medida en la oratoria, lo que le valió los halagos de Manuel de la Cruz en sus Cromitos cubanos :
"Cuando Piñeyro se posesiona de la tribuna, es la estatua de la perfección oral que se mueve como un actor y que habla con todos los recursos del canto humano. Su estilo cobra una nueva vida, se viste con todas las notas que puede combinar la voz del hombre; el ritmo de sus ideas, al ser modulado por su garganta, convierte cada párrafo en una sinfonía de pensamientos. Es una estatua que petrifica a sus oyentes haciendo de ellos las estatuas del pasmo de la emoción; una estatua que puebla el aire, como si fuese un espejo que reflejase una galería estatuaria, de perfiles admirablemente delineados y de visiones plásticas de estados sociales. Es un mágico prodigioso que con el gesto y la palabra hace tangibles los cuadros que se dibujan y coloran en su cerebro: ya es el enérgico perfil del gran bardo florentino, que traza en el vacío con un ademán que se ve como el perfil que se traza con el fósforo en la pared de un cuarto oscuro; ya es el cuadro de una época, las repúblicas italianas de la edad media, los girondinos entonando La Marsellesa en torno de la guillotina, que se ven de un golpe de vista como el cuadro de un espejismo que, con la rapidez de un relámpago, cristalizase en el éter en marmóreo bajorelieve. Piñeyro es el único que en Cuba posee el secreto de estas maravillas estéticas."
Ciertamente el exilio parisino lo sumerge en la literatura y en los ocios eruditos, no obstante se cuenta, según refiere Paul Estrade en La Colonia cubana de París (1895-1898), que fue el primero en inscribirse en el Consulado cubano de París en 1903.
Enrique Piñeyo residió en Paris en la rue de Tilsitt (París XVII) y luego, hasta su muerte en el n 8 de la Chaussée de La Muette (París XVI). Sus restos, junto a los de su esposa, hijo y hermano, reposan en un mausoleo familiar del cementerio parisino de Père Lachaise. Su hijo Henri escribiría al lingüista Juan Miguel Dihigo Mestre cómo fueron sus últimos momentos :
" París, 28-4-1911.
Señor J. M. Dihigo.
Muy respetado señor:
Cuántas gracias le doy por su bondad de haber tan pronto pensado en dirigirme su carta, fechada 14 de abril. La pena que nos causó a todos la desgracia tan grande ocurrida el 11 del presente, si no se puede disminuir, se hace más leve, cuando se siente uno rodeado, como lo estamos aquí, de buenos amigos, y pensando que los otros de allá tampoco nos olvidan.
La enfermedad de mi pobre padre fue, ciertamente, corta, pero no fue, ni parece, ella sola quien acabó con él: como él mismo decía, "La máquina se va desbaratando", y estaba expuesto a no poder resistir la primera seria enfermedad. Que haya empezado por angina, seguido por gripe y fiebre intermitente, delirio, "uremia" final, lo cierto es que el sueño profundo que le vino a las 2 de la tarde del 10, quince horas antes del fin, sueño del cual no despertó, fue el descanso siempre esperado y deseado por él, a pesar del bienestar que tratábamos de darle. Feliz está desde entonces, es lo que se puede decir.
Mi madre y mi hermana se juntan a mí para mandarle nuestras gracias por su sentido pésame. Y crea en mi respetuosa y segura amistad.
Henri F. Piñeyro "
Y recuerda visitante : si algún día te paseas por la vieja necrópolis parisina, no olvides que después de haber pasado el imponente porton principal del recinto, a la izquierda, primera división, justo antes de la tumba de Musset, reposa el gran esteticista de la crítica literaria cubana.
Ver también en HOJAS DE PRENSA PARA LA HISTORIA DE CUBA : " Enrique Piñeyro y Barry (1839-1911) : en el centenario de su muerte. "